jueves, 16 de octubre de 2008

LA VUELTA A CASA

Esta vez empezó antes que otras veces, el tedio de estar en ese lugar tomo cuerpo demasiado temprano; la gente, la música, el ropaje, los aromas, los movimientos repetidos; de un instante a otro empezaron a atacar; lo absurdo y ridículo de esa perpetua coreografía se le hizo presente. Era momento de abandonar el Bar.

Lo habitual, dejó, por esta noche, de ser lo habitual, la secreta, pero siempre presente esperanza de que en el otro Bar, la casualidad esta vez lo premiaría con un encuentro inesperado cuando ya lo creía todo perdido, esta noche no estaba. Era tan desesperadamente esperado el encuentro inesperado, que se hizo insostenible, el peso de la expectativa lo derruía todo. No le costó mucho abatir a la secreta esperanza. Era hora de ir a casa.

La vuelta esa noche, no le fue nada fácil, en el Bar se sentía de alguna manera protegido, el propio absurdo y el más íntimo sinsentido, dentro de ese Bar los sentía neutralizados por el sinsentido colectivo, su propio absurdo se hallaba camuflado dentro de uno mas grande, mas intenso y mucho mas veteado.

Al salir a la calle la desprotección fue total; cada baldosa, que al caminar, miraba con mucha rigor y que hasta ahora puede recordar con cierta nitidez sus formas, cada árbol, cada vehículo estacionado, cada pareja caminando, cada auto que pasaba con música fuerte y risas, hasta los gritos lejanos; todo eso tenía una razón de ser, todo, todo eso encajaba.

Cada fachada de las casas que atravesaba también estaban bien, la gente debía estar ahí de lo más bien, viviendo de alguna manera una vida que había elegido, o por lo menos, no sintiendo esa sensación que él traía, la cuidad en ese momento, de madrugada, se le presentó imperturbable, firme, coherente, muy segura de sí, de alguna manera, todo tenía sentido.

Todo tenía sentido, menos su vida, menos su ropa, supuestamente arreglada, menos su andar solitario, menos su esporádica sombra, menos sus recuerdos, menos sus deseos, menos su destino; su vano departamento en donde lo esperaban gran parte de sus esperanzas; hechas trizas junto a los restos de algunas botellas y una caja de pizza, que había utilizado antes de salir.

Era demasiado, demasiado para uno sólo, demasiado injusto, ser el único que no encaja donde la mayoría puede hacerlo, hasta los más improbables, el hecho de no poder encajar, lo hizo desencajar…

Las cosas no pueden terminar así, así de impune, lo exterior también debía ser tan desatinado como su interior, como lo debía ser, por ejemplo; un cadete, un cadete a esa hora, con una moto de origen chino, una ridícula pechera amarilla, pasando tan cerca de su cuerpo. El insulto dislocado, la discusión, los rápidos movimientos, el golpe.

Después… sólo una afirmación, en forma de pregunta, que le realizó el único testigo del hecho… El portero de su edificio, mirándolo con una media sonrisa le dice…. Chango, te han cazoteado?????

2 comentarios:

Anónimo dijo...

interansate perfil, muy interesante

Anónimo dijo...

muy bueno. Cómo va, tanto tiempo? una alegría tenerlo de vuelta.